Veintidós kilómetros y mil cien metros de desnivel acumulado antes:
Ocho, las nueve y un revolcón entre los pinos, con la más bella, ya entre nosotros a pesar del frío invierno que abre sus alas al viento norte, Bóreas, hoy callado. Eolo dormido, Dios más que Dios, abuelo de sí mismo.
Y el bosque, umbrío pinar, vencedor de Hefesto, feo, sudoroso, barbudo (barbada barba del barbero barbudo era más bárbara que la que barbean los barbudos) sin derecho a lucir carnes al sol, no como esas Dríadas juguetonas, almas de los árboles, jóvenes y bellas, a las que todo está permitido en San Bartolomé de Tirajana.
“Mercaderes, traficantes, más que náusea dan tristeza, no rozaron ni un instante… la Belleza […] Reivindico el espejismo de intentar ser uno mismo, ese viaje hacia la nada que consiste en la certeza de encontrar en tu mirada… la Belleza”. (L.E. Aute)
Las doce y diez momentos para compartir junto a Baco, junto a Eva y Adán y aquella costilla que quedó en un colegio de monjas para convertirse en sanadora de músculos, adoradora de Gambrinus.
La una -anuncia Cronos-, bajo una Tierra sin mares ni continentes, con nubes que Euro arrastra. Si Joseph N. Niépce levantara la cabeza…
Stairway to Heaven, to Malaga mountain pass, donde Euro nos espera de nuevo para acompañarnos, para susurrarnos que el Arzobispo de Constantinopla está constantinopolizado, y que consta que Constanza, no lo pudo desconstantinopolizar y que el desconstantinopolizador que desconstantinopolizare al Arzobispo de Constantinopla, buen desconstantinopolizador será.
Y hubo chocolate, en la mano, la boca y la palabra, y vinos de Aragón, La Mancha y León, cervezas de dentro y de fuera y quesos de aquí y de allá, que a besos saben con rebeldes almendras de medianoche, de esas que en la soledad te hacen gritar
Quiero y no quiero querer
a quien no queriendo quiero.
He querido sin querer
y estoy sin querer queriendo.
Si por mucho que te quiero,
quieres que te quiera más,
te quiero más que me quieres
¿qué más quieres?, ¿quieres más?
Pues sí, tráelas, que aún quedan ganas de un buen polvo, mas polvo enamorado.
“Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;
Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.”
Francisco de Quevedo y Villegas
Las seis y cuarto. Eolo duerme y la más bella espera de nuevo en su lecho de hierba junto a Helios, preparado su carro, pues Selene está al caer de la tarde.
Y aunque sea difícil de creer, prácticamente… así fue.